Transhumanismo: ¿Qué pasaría si dejamos de sentir dolor?

Hoy les proponemos el interesante artículo del escritor Jordi Soler acerca del Transhumanismo y sus repercusiones en la evolución del ser humano.

¿El principal debate es si el “dolor” debe o no debe desaparecer en la vida de las personas, y solo existiría el placer? Pero no un placer improductivo, sino un placer inteligente. Todo ello para favorecer un salto en la evolución de la raza humana.

En el Instituto del Talento Afectivo, nuestra formación tiene como principal objetivo preservar el factor humano en las relaciones, por lo que nos parece importante dar nuestra opinión.

La teoría del transhumanismo nos parece estimulante de cara a evolucionar hacia un mundo con mejor calidad de vida y con nuevas perspectivas que efectivamente permiten al ser humano, soltar “algunas taras”; sin duda, como bien subraya el autor.

Pero una vida mejor, es también una vida en la que hay un crucial equilibrio entre el desarrollo científico-tecnológico y el factor humano en las decisiones y sobre todo en las vivencias.

El factor humano es un concepto que engloba muchas cosas, y una de las principales es la capacidad de sentir. ¿Qué pasaría si dejamos de sentir dolor?

Aquí proponemos cuatro reflexiones que, a nuestro parecer, limitan esta teoría de vivir sin dolor, entendiendo que “dolor” no significa para nada “enfermizo”.

 

1. En el esfuerzo está la evolución

La formación en desarrollo personal trata de estimular a las personas hacia la alegría y hacia lo positivo; pero también hacia el esfuerzo.

¿Es eficiente un proceso de esfuerzo no sometido a dificultades y a algo de dolor?
¿Os imagináis los bebés de doce meses que dejan de llevarse golpes porque se levantan a andar sin ningún titubeo?
¿Quién querría una medalla olímpica si se ganara sin esfuerzo?

Robar o conseguir fácilmente alimentos cansa menos que cazar un animal, pero no te hace evolucionar de la misma forma.

¿Dónde acabaría la voluntad si no está sometida a algo de dolor?
Posiblemente sea el dolor el que nos movilice, con mayor impulso, desde un estado de ánimo bajo hacia la voluntad de cambiar de estado.

La voluntad, nuestro mayor recurso humano, quedaría algo atrofiada, sin ese dolor.

 

2. El dolor da pistas que nadie puede indicar

No tenemos ningún poder sobre nuestras pasiones o emociones si no conocemos sus causas. Cuando nuestras pasiones nos desbordan a menudo llega el dolor (tristeza, rabia, desencanto, etc…)

¿Qué pasaría si nuestras pasiones no tienen límite, por qué nunca nos duelen?

Y entonces, ¿quién decide cuándo frenar una pasión peligrosa?
¡Los más optimistas o ingenuos morirían de alegría continua! Pero morirían…

 

3. Lo que satisface es lo difícil

Si solo hay placer continuo no nos falta nada, y sin la falta decae el deseo pues no nos falta nada.

Lo que satisface no es el poder de lo fácil, del descanso; lo que realmente satisface es el poder en acción. Cuando se presentan los obstáculos es cuando se pone el hombre en acción y aumenta su deseo.

Y si no activamos el deseo se pierde el amor. La alegría sin deseo no tiene mucho futuro de perdurar en una mente sana y libre.

 

4. El dolor nos lleva a nuestro interior

Qué sentido tiene estar ultra conectado en un mundo ultramoderno si no somos capaces de llegar a lo esencial: a nosotros mismos. Aquí estamos hablando de los grandes dolores; no de un ascensor o de una wi-fi que no llegan…

Hay grandes pruebas en la vida que hay que soportar para entender que la solución no está en el exterior sino en nuestro interior.

Ese dolor nos pone en la necesidad de conocernos profundamente, de cuestionarnos; y justamente ser capaz de evolucionar, porque nosotros mismos nos ponemos en cuestión.

Es un trabajo personal e íntimo. Cuando se logra, uno ya no se siente limitado por ningún dolor, pues considera este último como un aliado. Y ese es un gran poder adquirido de forma natural, lentamente, sin artificios. Esto representa un factor humano ancestral que nos hace libres y también felices.

 

Conclusión

Considero que el reto de la evolución del hombre es primero entenderse a sí mismo y sobre todo por sí mismo. El dolor es uno de los maestros de la vida que más pone al ser humano en cuestión y por lo tanto representa un aliado. Un atajo hacia su interior.

Haciendo un esfuerzo de apertura hacia esta atractiva propuesta del Transhumanismo, podríamos considerar en un futuro muy lejano uno seres humanos libre de dolores “inútiles”, para un mejor uso de nuestra energía.

Hasta ahí, bien; pero consideramos que no hay vida justa y libre sin ese dolor moral.

Personalmente, tengo tres maestros en mi vida: El dolor, el humor, y el amor. Si el transhumanismo propone solo “humor y amor”, me parece bien como propuesta evocadora de futuro…pero, por el momento, yo no suelto a mi primer maestro…por si acaso me equivoco.

¡Y suerte es la mía si me equivoco! Pues así me duele y aprendo.

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Frank R. Loris
frank@talentoafectivo.es

Frank R. Loris, fundador del instituto, ha creado la disciplina del Talento Afectivo tras varios años estudiando nuestras inquietudes y carencias en el mundo de las relaciones sociales y afectivas. Sus resultados le han llevado a crear un talento muy apropiado para las relaciones pues, más allá de las inteligencias, desarrolla una sensibilidad que nos hace más cuidadosos y auténticos.